CIEN AÑOS DE HISTORIA DE GUADALAJARA.
En el centenario de María Dolores Utrilla Layna.
Septiembre, hace cien años, era una fiesta. Lo era en una gran parte de
la provincia de Guadalajara. Terminadas las faenas del campo, los pueblos se
entregaban a ella, la fiesta. En la actualidad las fiestas de los pueblos han
ido evolucionando, y cambiando de fecha en el calendario. Algunas se han
mantenido pero la mayoría se ha ido adaptando a la visita agosteña de los
paisanos correspondientes.
Hace cien años las fiestas de la Natividad de la Virgen -8 de
septiembre- se celebraban en su día; al igual que las de la Exaltación de la
Cruz -14 de septiembre-. Cada una tenía su nombre, aunque se generalizaban en
la “Virgen”, y el “Cristo”.
En la Alcarria, en estos días, había fiesta. Fiesta en Cifuentes, donde
se celebraba al Cristo de la Misericordia; y fiesta en Ruguilla, donde se festejaba
–se sigue haciendo- al Santísimo Cristo de la Fe, al que igualmente y con la
misma denominación celebran por tierras de Cañizar y Hueva. En Atienza, la
patria chica del escribiente celebran, sin más, al Cristo de Atienza.
Cien años después la fiesta, que tanto dio de qué hablar, se nos ha
quedado relegada al silencio, al recuerdo y, por qué no añadirlo, a la tristeza
que nos traen estos meses de pandemia que tantos seres queridos se ha llevado.
Entonces sonaban las guitarras de las rondas y hoy doblan las campanas.
Quienes hemos nacido en mitad de los días de la fiesta del pueblo quizá,
por estos, echemos un poco de menos aquellos. Por la alegría con la que la
población se manejaba, y la vivía. Y también porque habiendo nacido en mitad de
la fiesta el pueblo entero recordaba que aquel día nació el chico o la chica de…
En Ruguilla, por aquellos días de la fiesta del Cristo de la Fe, el 15
de septiembre nació la hija mayor de don Jesús Utrilla, un militar que llegó a
alcanzar el alto grado de Comandante de Ingenieros y a quien se impuso, entre
otras, la Cruz de San Hermenegildo. Claro está que más que el sonoro apellido
del padre, a los guadalajareños les sonará el de la madre: María Layna Serrano.
A la muchacha la pusieron en la pila bautismal un nombre sonoro: María de los
Dolores Josefina Caridad. Y trajo un poco, o un mucho, de alegría a la casa. El
día 4 de aquel mes Ruguilla asistía al entierro de don Félix Layna Brihuega,
quien hubiese sido su abuelo.
Y
sí, doña María Dolores Josefina Caridad Utrilla Layna, la última de las
sobrinas en primer grado de aquel insigne historiador provincial, referencia de
la historia guadalajareña del siglo XX cumple, el próximo martes 15 de
septiembre, 100 años. Un siglo de vida.
Francisco Layna Serrano. El Señor de los Castillos. El libro, pulsando aquí
Nació en aquella gran casa que es referencia para la historia local de
Ruguilla; la que levantó uno de los hombres más conocidos de la villa en el
siglo XIX, Felipe Serrano Santos. Entonces las madres daban a luz en la casa
materna. Doña María Layna nació también en ella.
Hoy una placa sobre la fachada principal nos recuerda la estancia en
ella de Francisco Layna Serrano; del mismo modo que la huerta que se abre a la
población nos trae la memoria del insigne Académico don Manuel Serrano Sanz; y
arriba, sobre el cerro, en la ermita, se mantiene el recuerdo imperecedero de
don Félix Utrilla Layna, hermano de doña María de los Dolores, quien hasta la
ermita llevó la imagen de Santa Bárbara, patrona del cuerpo de Artillería; la
misma que presidió la capilla de la Academia de Artillería de Madrid. Bueno, lo
hicieron en su nombre sus descendientes, y desde el 4 de diciembre de 2012,
allá se encuentra. La ofreció a la población el 5 de septiembre de 1985.
Doña María Dolores Utrilla Layna vivió sus años mozos entre Ruguilla,
Guadalajara y Cifuentes. Su padre ocupó cargos de relevancia en la Maestranza
de Ingenieros, antes de retirarse a Cifuentes, donde María Dolores Utrilla,
como hija mayor, ayudó a su madre a cuidar de sus hermanos menores, hasta
siete, nacieron después que ella; y fue, junto a sus hermanas Amalia y María,
solteras como ella, una de las amanuenses, así lo podríamos definir, de su tío,
de don Francisco Layna Serrano. A nuestro gran historiador no se le daba
demasiado bien aquello de aporrear las teclas de la máquina de escribir; por él
lo hicieron en muchas ocasiones sus sobrinas y Carmen Bueno Paz, su primera
mujer.
Todavía permanecen inéditos –don Francisco Layna nunca los quiso
publicar-, los dos tomos de memorias que hablan de sus inicios en los estudios
de medicina, y los primeros pasos como médico rural de quien estaba llamado a
convertirse, como antes se anotó, en el referente histórico para quienes de una
u otra manera hemos tratado de seguir, con mejor o peor fortuna, sus pasos.
Horas, días enteros, dedicó María Dolores Utrilla a complacer a su tío
pasando a máquina sus dictados; ya en Ruguilla, ya en Madrid, a donde la familia
se trasladó en los inicios de la década de 1960. En esos grandes tomos en los
que queda, letra a letra, la realidad de un tiempo que hoy pertenece al
recuerdo, están la esencia y el sentir de una parte de la provincia de
Guadalajara, desde Galve de Sorbe al Monasterio de Óvila. A ella, y a sus
hermanas, se lo debemos. Don Francisco
no hubiese tenido paciencia para hacerlo. Don Francisco hablaba, dictaba
u ordenaba.
Ella, María Dolores, junto a sus hermanos, fueron los herederos directos
del gran historiador, y a ellos debe la provincia el que sus libros fuesen a
parar, conforme él les pidió, a la Diputación Provincial. Sus libros, su
despacho, alguno de sus cuadros…
Es por ello que la provincia, en estos días tristes en los que tantos
seres queridos y tantos conocidos se nos
van marchando, debe un recuerdo a esta mujer que trabajó en silencio por esta
Guadalajara que la vio nacer.
El escribiente, al igual que a sus hermanos, y a su tío, la siente como
parte de su familia. Sucede que cuando un biógrafo escribe sobre un personaje,
el personaje pasa a ser parte de los suyos, y se les extraña cuando se van
marchando aquellos a quienes conoció.
La recuerdo, con veinte años menos -¡en un soplo han pasado!-, en el
Salón Cardenal Mendoza, de la Casa de Guadalajara en Madrid, junto a toda la
familia, en la presentación del libro biográfico sobre el historiador; y la
visité en alguna ocasión en su casa madrileña. Hoy es probable que no me
reconociese; los años la han ido haciendo perder algunas facultades, entre
ellas la de, en ocasiones, reconocer a las personas que la visitan. No se ha
olvidado de repetir las oraciones y recordar las advocaciones marianas de las
que les hablaban sus padres y abuelos y, me cuentan, que las repite todos los días
con el mismo sentimiento. Tampoco ha olvidado a Ruguilla, su cuna.
RUGUILLA Y EL MONASTERIO DE ÓVILA. Toda una historia en un libro que puedes ver pulsando aquí
También me cuentan que mantiene, a su manera, la misma alegría de sus
años mozos. Es por ello que este recuerdo, esta memoria, es un canto a la vida;
un canto a la esperanza. La felicitación centenaria a una mujer que, en la
humildad de su aniversario es, como tantas mujeres y hombres de su edad,
ejemplo de voluntad.
Mucho más en este año en el que este dichoso virus nos ha dejado sin
fiestas. María Dolores no podrá ir este año a Ruguilla a celebrar las del
Cristo de la Fe, en cuyo intermedio nació, como el escribiente lo hizo en los
coletazos finales de las del Cristo de Atienza, a las que tampoco podrá ir.
¡Casualidades que tiene la vida!
El año pasado, como está mandado, visitó Ruguilla por última vez, y
seguro que lo hace el año venidero, como lo trataremos de hacer todos cuantos
amamos y sentimos nuestros pueblos.
Entre tanto, María Dolores, en nombre de quienes admiramos la historia,
y a las gentes que trabajaron por ella, ¡MUCHAS FELICIDADES!; seguro que en
Ruguilla, y en Cifuentes, y en tantos lugares más, doblan las campanas y suenan
los cohetes, como en los buenos tiempos, como lo hicieron hacen cien años; y en
Ruguilla, tras el repique de campanas después del miserere, alguien reparte,
como entonces hizo el señor Alcalde, don Victoriano Pérez que lo era, los
típicos cañamones; y suenan las bandurrias y las guitarras mientras se brinda
con ese vino peleón que dan las tierras ruguillanas. Por el Cristo de la Fe, y por
usted.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la Memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 11 de septiembre de 2020También te puede interesar:
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